No todos los jardineros pueden estar en su terreno todos los días. Otros ya no tienen suficiente tiempo para dedicarle tanto esfuerzo y trabajo a un cultivo exigente como lo es el tomate.
¡Pero tal vez no sea necesario trabajar tan duro! Resulta que los tomates pueden crecer con muy poca o ninguna irrigación, produciendo frutos excelentes con un cuidado mínimo. Lo principal es elegir el método de plantación adecuado.
Aleksey Kazarin, un jardinero aficionado, periodista y autor de publicaciones populares de jardinería, con más de 50 años de experiencia, ha llegado a la conclusión de que, con un enfoque sensato, se puede obtener una buena cosecha con el mínimo esfuerzo.
Para los tomates, él aconseja cultivarlos según la “ley de la sequía”, es decir, sin regar durante toda la temporada. A continuación, describimos cómo funciona este método.
Cómo preparar los tomates para la siembra
Kazarin cree que la futura cosecha de tomates no depende tanto de la calidad de las plántulas, sino del método de siembra. Si se hace todo correctamente, incluso plantas frágiles y alargadas se convertirán en arbustos fuertes y saludables.
Antes de trasplantar, las plántulas deben acostumbrarse gradualmente a la temperatura exterior. Además, es necesario quitar todas las hojas de la parte inferior del tallo y cavar una zanja longitudinal bajo cada planta, cubriendo un poco más de la mitad de la longitud de la planta.
Qué poner en el hoyo de siembra
En el hoyo se debe colocar medio balde de compost, un puñado de ceniza de madera y otro puñado de estiércol de gallina granulado. Luego, todo esto se mezcla bien con la tierra, se vierten 5 litros de agua y se añade 1 gramo de permanganato de potasio.
Las plántulas deben plantarse a una distancia de 60-70 cm, de modo que todas las plantas reciban buena iluminación.
Cómo cultivar los tomates
Una vez que el agua se haya absorbido, las raíces de los tomates se deben sumergir en una mezcla de barro (hecha de arcilla, tierra y agua). Luego, se coloca la planta de forma horizontal en el hoyo, con la punta apuntando hacia el norte. La parte inferior del tallo debe cubrirse con una capa delgada de tierra, de aproximadamente 5 cm.
Posteriormente, se vuelve a regar generosamente (5 litros por planta), se ata la parte sobresaliente de la plántula a una estaca o enrejado, y se cubre el suelo con paja o hierba cortada.
Eso es todo. El autor de este método cree que el error común de los jardineros es plantar los tomates demasiado profundo y en vertical, en lugar de horizontalmente.
Cuando el sistema radicular de las plantas se desarrolla inicialmente a más de 15 cm de profundidad, hay menos microorganismos beneficiosos que en la capa superior del suelo. Por lo tanto, los beneficios de la plantación horizontal y superficial no deben subestimarse.
Cómo cuidar los tomates después de la siembra
Una o dos semanas después de la siembra, cuando el suelo de los hoyos se seque, los tomates comenzarán a “sufrir un poco”. En esta etapa, las plantas luchan activamente por sobrevivir, y mientras buscan humedad, su sistema radicular se desarrolla intensamente.
Después de 7-10 días, los arbustos estarán visiblemente más fuertes y, cuando llegue el tiempo de fructificación, tendrán raíces largas capaces de extraer agua y nutrientes. Lo importante es resistir la tentación de regarlas, aunque en las primeras etapas parezcan débiles.
Más tarde, el cuidado de los tomates solo consistirá en eliminar los brotes laterales no deseados a tiempo. Los arbustos más vigorosos se pueden guiar en dos o incluso tres tallos, ya que las plantas fuertes pueden soportar una mayor carga.
No se deben retirar las hojas de los tomates, ya que son necesarias para nutrir los arbustos. Solo se eliminan las hojas amarillentas, enfermas o aquellas que espesan excesivamente el arbusto, interfiriendo con la circulación del aire.
El método más efectivo de fertilización, según Kazarin, es el abonado foliar, por ejemplo, con una mezcla diluida de ortiga. Si se cultivan en invernadero, es recomendable colocar un barril con compost líquido (hierba empapada en agua) y mezclar el fertilizante regularmente.
El aumento de la concentración de dióxido de carbono en el aire acelera la fotosíntesis, lo que resulta en un desarrollo más rápido de las plantas y la fructificación.
Según la experiencia de Kazarin, los tomates cultivados sin riego desarrollan un sistema radicular robusto y producen una excelente cosecha: más frutos, que además son más dulces en comparación con las plantas que se riegan esporádicamente.
Este método surgió cuando el autor observó campos de tomates en el sur que crecen sin riego. A partir de ahí, comenzó a experimentar y encontró una forma de plantarlos que les permite sobrevivir en condiciones difíciles.
Este es un método que vale la pena considerar, ya que cada vez más regiones se ven afectadas por sequías prolongadas. ¿Podría ser esta la solución futura que todos empecemos a usar en nuestros jardines?
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